Vivamos como miembros que funcionan

Vivamos como miembros que funcionan


1 Corintios 12:12-26


INTRODUCCIÓN.


a) Un buen uso de las terminologías: ¿Cuántos de ustedes le dijeron esta mañana a sus hijos o a sus acompañantes: “Vámonos a la Iglesia”? Si pensamos en que esta expresión es equivalente a un “vámonos al templo”, entonces lo hemos dicho mal. Si hemos entendido con el “vámonos a la iglesia” algo como: “vamos a nuestra reunión con nuestros hermanos” entonces nos hemos acercado más a lo que la palabra IGLESIA implica.


b) La iglesia no la forman los ladrillos o los materiales de construcción. La iglesia la formas tú. La iglesia es el grupo de personas CONVOCADAS por Dios a unirse en una misma fe, en una misma esperanza y en un mismo amor. La razón de ser de esta fe, de esta esperanza y de este amor es el mensaje del evangelio que tiene en su centro a Jesucristo.


c) Y si tú tienes también como centro de tu vida a Jesucristo, entonces tú vives en la fe en la esperanza y en el amor de él; entonces también has sido convocado por Dios a unirte al grupo de todos aquellos que tienen tu mismo sentir.


d) Diversas congregaciones locales conforman un movimiento denominacional; y esta agrupación, junto con otras similares en nuestro país y en el mundo confluyen para formar la Iglesia Universal de Cristo, la cual no tiene nombre ni tiene otro cuerpo de gobierno sino a Jesucristo mismo, quien es su cabeza y jefe.


e) De aquí surge una metáfora expresada por el apóstol Pablo: La Iglesia en el mundo es un gran cuerpo que tiene como cabeza, como eje central a Jesucristo. Jesús es quien le da vida y razón de ser a su Iglesia. Esto se aplica no sólo a nivel universal, sino fundamentalmente a nivel del grupo local de creyentes y específicamente a cada uno y cada una de ellos en particular.


f) La Iglesia entonces no la establece ni un edificio ni un organismo de gobierno, sea local, nacional, o mundial; la establece Jesucristo cuyo mensaje se inserta en la vida de uno y de millones de individuos a lo largo de la historia, reconciliándoles con el Padre, transformándoles y habilitándoles para vivir una vida nueva, diferente y mejor.


g) Cada una de estas personas renovadas llegan a formar parte del cuerpo de Cristo, son miembros de él, “injertados” como ramas de olivo silvestre en un tronco como expresa el apóstol. Y cada miembro, como parte de un cuerpo desempeña una función específica y clave. Si tu has puesto tu fe en Cristo como tu salvador, entonces eres un miembro de su cuerpo; si has sido bautizado o hecho profesión pública de tu fe en una iglesia local, entonces eres un miembro en plena comunión de tu iglesia local; en ambos casos eres una parte del cuerpo de Jesucristo. Ahora bien, como parte de este cuerpo, tú tienes deberes que cumplir, cumpliendo estos deberes es como participas en el buen funcionamiento del cuerpo. Si alguna parte de un cuerpo no funciona debidamente, entonces todo el cuerpo será afectado.


h) Al apóstol Pablo y a nosotros ahora nos preocupa esta situación: partes del cuerpo de Cristo se sienten por encima de otras y, peor todavía, partes se sienten insignificantes. Esto hace que el cuerpo de Cristo funcione mal.


i) Recuerden la historia de Frankenstein; el cuerpo de este personaje se formaba de partes que su creador quiso que fueran perfectas para hacer así un ser humano perfecto en mente y en cuerpo; pero unidas así funcionaban mal y el resultado llegó a ser no algo bello ni perfecto, sino un monstruo. Déjenme usar esta metáfora para confrontarnos todos: ¿Seremos miembros del cuerpo perfecto de Cristo, o miembros de un cuerpo de Frankenstein? Miembros funcionales, renovados y en camino de perfección hacen el cuerpo de Cristo; miembros infuncionales, descuidados y moribundos hacen un cuerpo de Frankenstein. ¿De cual somos o de cual queremos ser?


j) La funcionalidad de nosotros como miembros se da en el buen cumplimiento de nuestros deberes como miembros de nuestra Iglesia, local por una parte pero también universal. Quiero referirme a tres áreas en las cuales debemos ser funcionales.


I. DEBEMOS SER FUNCIONALES CON NUESTRA PARTICIPACIÓN EN LAS ACTIVIDADES.


a) Si queremos ser miembros que funcionan, hemos de asistir regularmente a los cultos y estudios de nuestra iglesia con la disposición adecuada.


b) “El primer día de la semana, reunidos los discípulos para partir el pan, Pablo les enseñaba” (Hechos 20:7). Jesucristo resucitó el primer día de la semana. Desde entonces sus discípulos, en su memoria, se reunían cada primer día, por ello la historia le ha llamado Domingo, que significa “Día del Señor”.


c) Y fíjense que en los comienzos de la Iglesia los creyentes no sólo se reunían el primer día, sino que tenían actividad cada día de la semana (Hechos 5:42). Las reuniones eran y deben ser ahora todavía un motivo de celebración para todos nosotros, de manera especial aquellas que se celebran el día de conmemoración de la resurrección de Cristo.


d) Pero la mayor parte de las Iglesias no sólo tienen actividad en el Día del Señor, sino también en otros días de la semana, e incluso en el día del Señor por la tarde. ¿Quieres hacer algo útil y práctico para funcionar bien como miembro del cuerpo del Señor? Entonces programa tu participación en la mayor parte posible de actividades de tu iglesia local.


e) Hace algún tiempo el voto de las sociedades juveniles de Esfuerzo Cristiano incluía que cada joven se comprometía delante de Dios “a asistir a todos los cultos de su Iglesia”. Este deber suele ser difícil de realizar. Sobre todo nos cuando sentimos inconformes ya sea con el desarrollo mismo de las actividades o con aquellos que se reúnen.


f) Muchas veces esto es un reflejo de que nuestra actitud a lo que son las reuniones de la iglesia está equivocada: no nos reunimos para ver quien trae el mejor vestido, ni a oír cómo se desafina nuestro hermano que está al lado; mucho menos nos reunimos para que un predicador nos entretenga o para contemplar un show dominical.


g) Nos reunimos porque nuestro espíritu siente que rebosa la necesidad de adorar al Dios que nos ha llamado a ser su pueblo; porque no somos individuos aislados, sino que formamos parte de una comunidad que alimenta su fuego en la reunión unos con otros; somos un grupo que se reúne para escuchar la voz de su Dios a través de la Palabra y que une sus fuerzas para trabajar por aquello que su Señor les pide; el hecho de que el cuerpo de Cristo se reúna es también un acto de fe. Es decir: la vida y el mensaje de Jesucristo deben hacerse presentes y ser lo central incluso en algo que parece tan sencillo como es la asistencia y participación en nuestras reuniones.


h) El “dejar de reunirnos como algunos tienen por costumbre” nos enfría, como las brasas de una fogata que se separan del fuego; nos hace descuidar nuestro llamado; nos hace miembros que pueden ser infuncionales para el cuerpo del cual formamos parte.


i) Esto implica también que si hay algún creyente imposibilitado por salud o por edad para reunirse, sea necesario que le hagamos llegar hasta donde está la posibilidad de alimentarse por la reunión, y así pueda tal hermano o hermana seguir participando de este compromiso y ser edificado.


II. DEBEMOS SER FUNCIONALES EN NUESTRA PROPIA EDIFICACIÓN.


a) Si queremos ser miembros funcionales, hemos de procurar un desarrollo continuo en nuestra vida cristiana en todos los ámbitos.


b) El actual voto del Esfuerzo Cristiano dice: “Confiando en que el Señor Jesucristo me ayudará, prometo que me esforzaré por hacer todo lo que él quiera que yo haga; que haré regla de mi vida orar y leer la Biblia todos los días y que, hasta donde me lo permita mi inteligencia, durante toda mi vida me esforzaré por vivir como cristiano verdadero.”


c) Una persona que ha salido de la cárcel y no quiere volver allí, ha de esforzarse por vivir una vida diferente. Nosotros hemos sido crucificados y resucitados juntamente con Cristo. Es decir que no solamente estábamos presos, sino hasta muertos, y de un estado de muerte pasamos a un estado de vida; esto implica una forma de vivir nueva, que se va construyendo cada día


d) Esto significa el presentar cada día nuestro cuerpo en sacrificio vivo, santo y agradable a Dios (Romanos 12:1); cada día y en todo lugar; “Quién es el sabio y el entendido entre ustedes?” –pregunta Santiago- “que muestre por la buena conducta sus obras en sabia mansedumbre.” (Santiago 3:13). Si somos parte del cuerpo de Cristo, debemos vivir como parte del cuerpo de Cristo. Esto abarca todas las áreas de nuestra vida, sean las espirituales (es decir, “dentro de la iglesia”) como las que llamamos “seculares”.


e) En las vidas de los miembros lo secular también le pertenece a Dios; nosotros estamos y actuamos en el mundo; y es al mundo al que damos testimonio con nuestra vida. Esta forma de vivir se ha comparado con una lucha que el creyente tiene que librar contra las fuerzas que se oponen a la justicia de Dios y es Dios quien sostiene y fortalece en esta lucha. El crecimiento en la vida cristiana en la novela “El Progreso del Peregrino”, ha sido comparado con el camino de un viajero que tiene que enfrentar diferentes pruebas hasta llegar a su meta.


f) Cumplir con este deber no significa otra cosa que vivir diariamente lo que ya somos: imitadores de Jesucristo y parte de él. Vivir una vida cristiana “sincera y activa” nos hace ser miembros del cuerpo que funcionan.


III. DEBEMOS SER FUNCIONALES EN LA PERFECTA UNIDAD Y COMUNIÓN.


a) Si queremos ser miembros funcionales, hemos de procurar la unidad y armonía de toda la iglesia.


b) En los contextos donde se habla de la iglesia como cuerpo de Cristo en la Biblia, siempre se refiere a la unidad que debe haber en él. La unidad de la iglesia local implica un buen ejercicio de la comunión, lo cual a su vez en un reflejo de la vida edificada en amor.


c) Colosenses 3:12-14 dice: “Vestíos, pues, como escogidos de Dios, santos y amados, de entrañable misericordia, de benignidad, de humildad, de mansedumbre, de paciencia; soportándoos unos a otros si alguno tuviere queja contra el otro. De la manera que Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros. Y sobre todas estas cosas, vestíos de amor, que es el vínculo perfecto.”


d) Es curioso notar que el himno del amor de 1 Corintios 13, se le da a una iglesia con muchos dones espirituales y con mucha actividad, pero inmadura, pues se había olvidado de poner el ejercicio del amor en primer término.


e) El apóstol Pablo amonestó duramente a aquellos que eran causa de contiendas en el cuerpo de Cristo, pues su unidad en espíritu debe ser una característica visible al mundo en el que la iglesia se mueve.


f) Evidentemente, en la unidad de la Iglesia participamos todos los miembros, sin excepción; no es deber ni del pastor ni de los líderes mantener esta unidad, sino de cada uno, teniendo que sacrificar muchas veces nuestros intereses para amoldarlos a los intereses de Cristo. Esto es lo que significa “sobrellevad las cargas los unos de los otros”, pues recordemos que Jesús es quien llevó también nuestra carga.


g) Tengamos cuidado de nuestra relación con todos los creyentes, pues a veces hasta un pequeño comentario o una actitud equivocada puede ser causa de la división y desarmonía del cuerpo.


h) El desarrollo de la unidad de la Iglesia no deja fuera sin embargo la administración de la disciplina en ella; por ello no se les perdonó a Ananías y a Safira su intento de engañar al Espíritu Santo. Tolerar sin exhortar a quien vive en constante oposición a la voluntad divina “por no causar división”, tampoco es permitido en el cuerpo de Cristo.


i) Por tanto, aquí también entra el cuidado que debemos hacer de nuestra propia vida cristiana: no ser causa de división, ni directa, provocando contiendas; ni indirecta, siendo motivo de escándalo.


j) Cuando celebramos la cena del Señor, ésta debe hablar a nuestros corazones a reconciliarnos con Jesús y a proclamar su muerte. Pero también nos llama a reconciliarnos con nuestro hermano y mantenernos en unidad, pues nuestra comunión con Dios se manifiesta visiblemente en la comunión con todo el cuerpo. Esto nos hace miembros funcionales.


CONCLUSIÓN.


a) En conclusión. El cuerpo de Cristo funciona cuando cada uno de los miembros que lo integran participa adecuadamente en él. Y cada uno de nosotros tiene su lugar importante en el cuerpo de Cristo; porque debemos fijar nuestra atención en que primeramente somos parte de él y dependemos de él finalmente; y a él es a quien debemos serle fieles.


b) Aquí entramos todos, hermanos y hermanas, nadie puede pasar desapercibido y nadie puede decir que su participación no es importante en la construcción del Reino de Dios, y a ninguno tampoco le podemos decir esto. Seamos gordos o flacos, altos o chaparros, feos o peores; aunque tengamos una discapacidad en nuestro organismo, o seamos ricos o pobres, aunque no sepamos hablar o tengamos sólo un don, somos parte fundamental de este cuerpo y debemos tomar nuestro lugar como miembros, cumpliendo bien nuestros deberes.


c) ¿Qué lugar puedes ocupar? ¿qué hay por hacer? Déjame enlistarte algunos ejemplos de espacios donde se requiere tu participación: en la escuela dominical, como maestro o maestra, de la Escuela Bíblica de Vacaciones que se aproxima, en la música, tocando un instrumento, cantando en el coro, como consejero de jóvenes o de adolescentes, hacer aseo del templo o pintar sus espacios, visitar a los hermanos, abrir una célula de oración o estudio en tu casa, dirigiendo el culto, PARTICIPANDO, PARTICIPANDO, levántate de tu asiento…


d) La unidad del cuerpo a pesar de que seamos tan diferentes es lo que manifiesta que Cristo es la cabeza y es él quien le da cohesión a todos los miembros. Es como el artista que une los colores y los combina hasta crear una obra de arte; como las notas de un concierto musical, que son armonizadas, siendo cada una diferente, habiendo silencios y sonidos, que son colocadas cada una en su lugar hasta formar una armonía perfecta, así vivamos unos con otros, haciendo que este cuerpo glorioso camine, avance, funcione adecuadamente cumpliendo cada uno con nuestros deberes. ¿Funcionará esto hermanos?