¡Vengan, escuchen y busquen!

¡Vengan, escuchen y busquen!


INTRODUCCIÓN


Quiero en esta noche contarles hermanos la experiencia de un siervo que apreciaba mucho a su amo quien era un hacendado recio y de mano fuerte, lo apreciaba tanto que cuando le servía no le parecía que este fuera un trabajo sino un servicio a su mismo papá.


Pero… ¿Por qué este siervo apreciaba tanto a su amo?


Bueno… en realidad lo apreciaba porque desde que fue niño huérfano vino al hogar de su amo como un hijo, aunque cabe aclarar que nunca fue tratado como tal, pero desde niño escuchaba siempre las mismas recomendaciones que su amo les decía a sus propios hijos.


Esas palabras eran: ¡vaya dígale a (fulanito de tal) que yo mande decir (tal y tal cosa)!


En este aspecto, todos, tanto hijos como siervo, debían venir, escuchar y buscar a fulanito de tal, para repetirle fielmente las palabras del hacendado, de lo contrario la paliza que recibirían por faltar a tan alta exigencia no podía dejarlos tomar un asiento en muchos días.


De la misma manera que el hacendado, Dios quiere darnos a todos, tanto a cristianos como a no cristianos, la misma instrucción respecto a su misericordia.


Hermanos: La misericordia de Dios actúa en tres sentidos.


Al remitirnos al capítulo 55 de Isaías podremos descubrir que el hacendado quien era muy apreciado por su siervo no estaba lejos de esta verdad divina:


PRIMERO: LA MISERICORDIA DE DIOS ACTÚA CUANDO VENIMOS DELANTE DE ÉL


En los versículos 1 y 2 leemos:


A todos los sedientos: Venid a las aguas; y los que no tienen dinero, venid, comprad y comed. Venid, comprad sin dinero y sin precio, vino y leche. ¿Por qué gastáis el dinero en lo que no es pan, y vuestro trabajo en lo que no sacia? Oídme atentamente, y comed del bien, y se deleitará vuestra alma con grosura.


Así como el hacendado llamaba a los pequeños El llamado divino es inminente… todos debemos venir delante de Dios. Es de sumo y estricto cumplimiento que todos debemos venir y presentarnos delante del Padre, esto es un deber de todo ser humano, pero más y mejor aun es un privilegio. El Señor nos hace este llamado también en dos sentidos:


Uno: Cuando a cada persona le toma cuentas de las cosas que ha hecho sean buenas o sean malas, este es un llamado para juicio. Dos: Cuando, como en este caso, hace una “oferta” de restauración, un llamado de gracia donde todos los que no tienen con qué responder por sus actos pueden venir y sin más que ofrecer sino un corazón humillado pueden saciar su alma sedienta de paz y de justicia, un alma que se nota seca debido a la ausencia de la comunión con el Padre y que busca en muchos lugares apartados de Dios un consuelo que no perdura.


Como dijo Jesús a la samaritana: el que beba del agua que yo le daré, jamás tendrá sed, así dice el Padre: vengan a las aguas de la misericordia, compren sin dinero, pues el que tiene se jacta de tener pero al estar delante de Dios nadie comprará su gracia, de otra forma no sería gracia como dijo el apóstol Pablo. El Señor quiere que vengamos pero no con negligencia y lentitud sino como aquel sediento que en medio del desierto vaga y al ver el oasis saca las fuerzas de donde no las tiene y corre y corre y corre hacia él y luego se zambulle y nada y toma, no en un espejismo sino en un manantial verdadero; así Dios desea ese instante en que sus hijos y los que no lo son vengamos.


Vengamos delante de Él, acudamos al llamado que constantemente nos hace Dios, no tenemos cómo pagar ni qué dar a cambio por el rescate de nuestras almas pero el sentido como actúa la misericordia divina es el llamado mismo a que vengamos y seamos saciados de leche y vino.


De leche como aquel niño que llora y llora, y su mamá le revisa el pañal, y se da cuenta que no es el pañal, y el niño sigue llorando y su mamá lo arrulla y le hace muecas para que se alegre pero sigue llora que llora, y su mamá lo levanta, lo acuesta, le da juguetes y miles de cosas pero al fin recuerda que debe ponerle el seno y en ese mismo instante el muchachito se calla y bebe y calma su hambre y sed motivo de su llanto.


Y de vino como aquel que decepcionado de la vida va de cantina en cantina malgastando su dinero para saber que luego de su borrachera recordará el motivo de su desdicha y vuelve a la cantina y se deleita nuevamente en los nuevos tragos que le harán salirse de su realidad. Aunque aclaro, subrayen esto en sus mentes: NINGÚN BORRACHIN ENTRARÁ EN EL REINO DE LOS CIELOS… pero Dios quiere darnos de su Vino que es el Espíritu Santo para que andemos en su Espíritu, embriagados de su poder; controlados, no por el efecto del alcohol sino por su santa voluntad; hablando, no de la primera cosa que se nos viene a la cabeza sino de sus grandes prodigios y de sus extensas misericordias que son nuevas cada mañana. De modo que: VENGAMOS Y SEAMOS SACIADOS DE SU MISERICORDIA.


Leamos los versículos 3 al 5.


SEGUNDO: LA MISERICORDIA DE DIOS ACTÚA CUANDO OÍMOS SUS PALABRAS


Inclinad vuestro oído, y venid a mí; oíd, y vivirá vuestra alma; y haré con vosotros pacto eterno, las misericordias firmes a David. He aquí que yo lo di por testigo a los pueblos, por jefe y por maestro a las naciones. He aquí, llamarás a gente que no conociste, y gentes que no te conocieron correrán a ti, por causa de Jehová tu Dios, y del Santo de Israel que te ha honrado.


Prestemos mucha atención a lo que dice el versículo: Inclinad vuestro oído, y venid a mí; oíd, y vivirá vuestra alma. Jesús dijo: Las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida.


Las palabras que el Señor nos dice nunca serán perjudiciales para la salud. Artículo 1 ley 1 de noviembre 2002. Las palabras que el Señor nos da siempre serán una norma de vida, una promesa de restauración, un aliento para seguir adelante, para conocer su voluntad, para saber cómo comportarnos, las palabras de Dios siempre traerán a nuestras vidas ánimo, sabiduría, bendición, consuelo, paz, apoyo, alegría, edificación, todas las cosas que deseamos para llevar nuestras vidas por los caminos del bienestar las encontramos en las palabras que salen de la boca de Dios, que no son palabras vacías que se las lleva el viento, no son palabras duras de escuchar, jamás nos maltratarán, no son palabras maldicientes, no son palabras hirientes, no son palabras que dañan nuestra integridad, no son palabras ofensivas… la única forma por la cual las palabras de Dios nos pueden afectar es cuando lo que nuestra propia voluntad humana va en contra de esas palabras. Cuando no queremos hacer la voluntad de Dios, ahí es cuando esas palabras nos hieren, porque no siempre nos gusta hacer lo bueno que es mencionado por Dios sino lo malo que es mencionado por nuestras mentes mundanas.


La misericordia del Señor se muestra a nosotros en sus palabras. Palabras que fácilmente podemos conocer si tan solo sacamos un poco de tiempo y leemos La Biblia, en este sentido la misericordia de Dios está a la puerta de todo aquel que quiere conocerla; Dios quiere que oigamos lo que tiene para decirnos, Dios quiere que hagamos las cosas que nos ha dicho, Dios quiere que oyendo, pongamos por obra y viva nuestra alma. Dios quiere que le escuchemos no porque sea un voluntarioso, ni porque nos quiere dominar, ni porque sea un dios tirano ni un manipulador que creó a pequeños hombrecitos para jactarse de su Gran Santidad.


Dios quiere que le escuchemos porque nos hizo seres humanos a su imagen y semejanza, porque nos dio voluntad y esa voluntad fue desviada de su propósito y por culpa del pecado estamos separados de Él; Dios quiere que le escuchemos para que hagamos conforme a lo que nos dice y de esta forma tengamos una vida correcta para que en el día en que todos nos presentemos a rendir nuestras cuentas podamos decir: ¡aquí estamos Señor, hemos hecho conforme a lo que nos mandaste! Y su respuesta sea: ¡bien, buen siervo fiel, entra en el gozo de tu Señor!


La misericordia de Dios se muestra en escuchar sus palabras y al cumplirlas no habrá ningún argumento que el acusador levante para que nos impida estar delante del Rey del Universo por los siglos de los siglos.


Leamos los versículos 6 y 7.


Buscad a Jehová mientras puede ser hallado, llamadle en tanto que está cercano. (7) Deje el impío su camino, y el hombre inicuo sus pensamientos, y vuélvase a Jehová, el cual tendrá de él misericordia, y al Dios nuestro, el cual será amplio en perdonar.


TERCERO: LA MISERICORDIA DE DIOS ACTÚA CUANDO PODEMOS BUSCARLE Y EL SE DEJA ENCONTRAR


Cierta vez una joven discutió con su madre, su rebeldía y sus continuas faltas de respeto llevaron a que la madre le llamara la atención y discutieron, fue tanto lo que se dijeron que cada una tomó un rumbo distinto, la joven se fue lejos de su casa y cuando habían pasado los años la misma vida se encargó de enseñarle la humildad, otro día ya adulta extrañó ese abrazo de madre que desde niña le hacía falta y decidió volver y buscarla y decirle lo mucho que la extrañaba pero ya fue demasiado tarde, pues al llegar al viejo barrio nadie le dio razón de su mamá, al fin una vecina le dijo que había muerto.


¿Cuántas veces pasa esto en el cristianismo? ¿Cuántas veces la rebeldía y nuestro pecado no confesado nos impide sentir el continuo abrazo de Dios? Pero en este sentido también actúa la misericordia de Dios.


El Señor conoce que somos como el tamo que arrebata el viento, que somos como la niebla, que somos como la noche que ya pasó; el Señor sabe que si nos deja expuestos al pasar del tiempo muy pronto caeremos y es por eso que jamás nos suelta de su mano, jamás esconde de nosotros su rostro sino que siempre está dispuesto a dejarse encontrar.


¿Qué sería del ser humano si Dios se aparta de nosotros y no se deja hallar? Pronto vendría el devorador y nos volvería añicos, pero Dios aun puede ser hallado y nos dice que le busquemos, nos extiende sus brazos cuando venimos ante Él en la oración, nos escucha y nos da la respuesta que buscamos en nuestras dudas, nos enseña las maravillas que de Él muchas veces no conocemos, nos corrige cuando estamos errados.


Todo esto lo puede hacer el Señor pero solo nos pide una cosa, todas las cosas que nos da el Señor a cambio de una obediencia, esta está consignada en el versículo 7…


Hay una pregunta que Dios quizá le puede hacer a toda la humanidad en el día de hoy:


¿Hasta cuándo pueblo mío?


¿Hasta cuándo el impío dejará su camino? ¿Hasta cuándo el pecador dejará de pecar? ¿Hasta cuándo el asesino dejará de asesinar? ¿Hasta cuándo el mentiroso dejará de mentir? ¿Hasta cuándo la Iglesia dejará de andar en su camino y buscará a Dios?


Pero vendrá el día en el cual Dios ya no se dejará encontrar más, vendrá el día en que la persona que ora le orará al viento porque Dios ya no se dejará hablar, Dios volteará la espalda y no dará la cara, vendrá el día en que los vecinos, los que no son de nuestra Familia nos van a decir: Dios está muerto.


Ese será el día en que verdaderamente muchos se arrepentirán pero será demasiado tarde, el día en que muchos lo llamarán pero el señor ya no estará cercano.


CONCLUSIÓN


Nosotros que oímos estas palabras no permitamos que ese día llegue, antes bien acordémonos que Dios muestra su misericordia y no tan solo la muestra sino que la ejecuta, nos extiende su misericordia y actúa para nuestro propio beneficio.


De modo que hermanos:


Vengamos delante de Dios. Oigamos las palabras de Dios. Busquemos a Jehová mientras pueda ser hallado. De esta forma conoceremos cómo actúa su misericordia y como por medio de ella constantemente podemos ser restaurados.