Avanzar es la orden divina

Avanzar es la orden divina


Di a los hijos de Israel que marchen (Éxodo 14:15)


Hasta donde sabemos, al paraíso nadie jamás regresó, una vez que fuimos expulsados se rompió para siempre algo esencial en el ser humano, dice la Biblia que un ángel guardaba la entrada del paraíso y una espada encendida se removía para impedir cualquier acceso. Desde entonces la gran ilusión y la constante tendencia ha sido retornar, de allí de búsqueda permanente de nuevas experiencias, estímulos y gratificaciones que al menos nos hagan sentir la cálida sensación de lo que una tuvimos y perdimos para siempre. Sin embargo la orden de Dios nunca fue regresar al paraíso, sino avanzar, el mundo no se iba a detener por el fracaso de la caída, Dios tenía otras alternativas, nuevos planes, nuevos senderos.


El recorrido ha sido largo y penoso, pero cuando entendemos el Plan perfecto de Dios y asumimos nuestras responsabilidades, y posponemos la gratificación, y nos dedicamos a la verdad, descubriremos que la orden de Dios sigue siendo avanzar contra viento y marea. Hay nuevos horizontes, cada día es una nueva oportunidad de reiniciar el viaje, hacer nuestro equipaje más ligero y adquirir nuevas habilidades para proseguir. Las bendiciones de Dios pueden ir desde la sencilla experiencia de un nuevo amanecer, saborear con hambre un pedazo de pan, mirar con ternura a una criatura, hasta la gloriosa realidad –según Pablo en Efesios 1:3- de sabernos reinando con Cristo en los lugares celestiales. Mientras tanto en nuestro diario peregrinar sabemos que contamos con las bendiciones de Dios y su fiel presencia, no obstante debemos estar siempre preparados para la lucha espiritual.


La victoria no existe si no aceptamos los desafíos y las adversidades del diario vivir. La Palabra de Dios nos exhorta a vestirnos con toda la armadura de Dios para poder resistir y prevalecer en el conflicto cotidiano. (Ef. 6.11) Nos recuerda Dios en su Palabra que ya que nosotros somos del día, y no de las tinieblas, debemos ser sobrios, vestirnos con la coraza de la fe y de amor, y con la esperanza de salvación como yelmo de protección. (I Tes. 5.8) En todo este proceso es necesario asumir nuestra responsabilidad, somos llamados a presentarnos diligentemente ante Dios como obreros aprobados que no tienen de que avergonzarse, y que trazan bien la Palabra de verdad. (II Tim. 2.15) Paralelamente también somos exhortados a ocuparnos en nuestras responsabilidades y a trabajar honradamente en nuestros propios asuntos. (I Tes. 4.11) Dedicarnos a la verdad debe ser la consigna que de por vida nos identifique y marque, debe ser la búsqueda constante que nos haga crecer espiritualmente; dicho de otra forma y en términos más modernos, sería encontrar el equilibrio emocional. Esto no podría ser posible sino determinamos crecer constantemente.


El apóstol a los Hebreos lo denomina correr con paciencia la carrera que se tiene por delante, poniendo la mirada en Jesucristo, autor y consumador de nuestra fe. El mismo Señor Jesucristo también nos anima a buscar primeramente y sobre todas las cosas el reino de Dios y su justicia. El profeta Amós habla de dedicarnos a buscar el bien y no el mal, para que vivamos, asegurando la presencia de Dios en nuestra vida. Un nuevo año recién ha comenzado, y es necesario salir al encuentro de las promesas divinas, hacer los ajustes necesarios, los planes pertinentes, y con determinación y valentía aceptar el reto de Dios, quien en su Palabra nos manda a permanecer firmes y constantes, y a crecer en sus caminos, sabiendo que nuestro trabajo no es en vano. (I Cor. 15.58) El Apóstol Pedro también hace su aporte al respecto diciendo: Sed sobrios y velad, ya que vuestro adversario anda como león rugiente buscando a quien devorar. (I Ped. 5.8) La orden divina es avanzar, Dios nos asegura que él hará cosas nuevas, abrirá camino en la soledad, dará nuevas fuerzas al cansado; nos asegura además que su presencia irá con nosotros y nos dará reposo. Nuestro Señor Jesucristo en Juan 16.20 nos asegura la victoria, nos dice que en el mundo tendremos dificultades, pero que confiemos, porque él ha vencido al mundo.


Siguiendo el mismo pensamiento también el Apóstol Pablo asevera que el Dios de paz en breve aplastará a Satanás bajo la planta de nuestros pies. (Rom.16.20) Así que el gran desafío es avanzar con optimismo y fe persistente, Dios sabrá como protegernos y prosperarnos. Este puede el inicio la una gran aventura, el año de las grandes bendiciones, dediquemos pues a la búsqueda constante de una mejor relación con Dios, pospongamos las gratificaciones y no descuidemos las disciplinas de carácter espiritual. Aceptemos con valentía las responsabilidades y proyectémonos con esfuerzo y valentía. Sembremos para cosechar, luchemos para obtener la victoria, porque Dios en su Palabra nos dice: Sé fiel hasta la muerte y yo te daré la corona de la vida.