En la gracia plena de Dios

En la gracia plena de Dios


“Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia.” Juan 10:10


“Y poderoso es Dios para hacer que abunde en vosotros toda gracia, a fin de que, teniendo siempre en todas las cosas todo lo suficiente, abundéis para toda buena obra” 2 Corintios 9:8


Aún la exégesis más pobre tendría que admitir que en éste pasaje se revela la plenitud de lo que verdaderamente se concibe como la vida abundante, la vida en Dios, en donde constantemente se abren rutas que conducen a la más plena realización de los hijos de Dios. Vista desde cualquier perspectiva, la gracia de Dios es el favor inmerecido que nos llega como consecuencia de la elección que Dios hace, el llamado que nos convoca, la redención que nos transforma, la justificación que nos absuelve, la santificación que nos preserva y la glorificación, que según Romanos 8:30, viene a ser el corolario que cierra el ciclo del plan salvífico de Dios, para introducirnos, según Efesios 1 en los lugares celestiales en Cristo.


Todo suena demasiado maravilloso, sublime, extraordinario e inescrutable, San Pablo incluso usa el término inefable para referirse a este sorprendente acto de gracia, del cual todos los creyentes somos participantes. Sin embargo lo que por ahora nos ocupa es el hecho de cómo nos identificamos con esta nueva vida, sobre todo cuando no estamos evidenciando suficientemente esa transformación. Cómo manifestamos que vivimos en esa dimensión de la gracia de Dios aquí y ahora. Con qué certidumbre podemos demostrar que somos nuevas criaturas y que andamos en novedad de vida. Precisamente el plan de Dios es que vivamos a la altura de ese llamado divino, en donde no hay cabida para la mediocridad, ni para la derrota, ni para la frustración, sino por el contrario, somos en Cristo, según lo declaran las mismas Escrituras, “más que vencedores, por medio de nuestro Señor Jesucristo”


Esta nueva vida, plena y abundante está sustentada por el poder de Dios, por lo tanto no existe la posibilidad ni de la más mínima falla. Es una vida en plena transformación y desarrollo, en donde cada minuto es precioso y cada hora valiosa, porque mientras nos movemos en el tiempo y el espacio, nos estamos capacitando para incursionar en la dimensión de la eternidad, que es como diría San Pablo, para la redención de la posesión adquirida para alabanza de la gloria de Dios.


El término abundante gracia, no se alcanza a comprender en toda su magnitud porque ni la imaginación, ni la inteligencia humana, por elevada que sea, jamás alcanzaría a definir la profundidad, ni la altura del amor de Dios, el cual está íntimamente ligado a su gracia sublime e inefable.


Teniendo siempre en todas las cosas todo lo suficiente, obsérvese que no dice el texto teniendo en la mayoría de las veces, sino siempre, se da por sentado que el creyente en plena armonía con el plan de Dios, y en plena comunión con el Padre, tendrá siempre la facultad de manejar las circunstancias desde una perspectiva de autoridad espiritual, sabiduría para discernir y capacidad para elegir siempre lo justo y lo correcto. El gran desafío es aceptar esta declaración no como algo teórico, sino como un poder vivo que se desata en la medida de nuestra fe y tiene alcances maravillosos para la gloria de Dios y para nuestra propia realización.


El texto dice: “Todo lo suficiente” no se limita a nada, abarca todas las áreas, se refiere al amor, a la paz, a la armonía, a la salud, a los recursos materiales, a la prosperidad en todo sentido. Dios quiere cubrir nuestras necesidades colmándonos de favores y misericordia. Eso es precisamente la vida abundante, la vida plena y victoriosa que se comienza a vivir aquí y que progresivamente nos va conduciendo no a un ocaso, sino a un amanecer sin precedentes, en donde los hijos de Dios continuaremos evolucionando, ya que la Biblia dice que la senda de los justos es como la luz de la aurora, que va en aumento hasta que el día es perfecto.


Desde la creación se puede ver que el plan de Dios es la abundancia y la productividad, el pasaje sigue expresando el mismo pensamiento: “Abundemos para toda buena obra” Ya no solamente es el asunto de ser los recipientes del favor divino, en donde la vida está colmada de bienes y misericordia, sino en el hecho de convertirnos en canales de bendición para nuestros semejantes. A esto se refería nuestro Señor cuando dijo: “Entre tanto que estoy en el mundo, luz soy del mundo” (Jn. 9:5) y también cuando dijo: “Me es necesario hacer las obras del que me envió, entre tanto que el día dura; la noche viene, cuando nadie puede trabajar (Jn. 9:4)


Si razonamos bien descubriremos que el plan de Dios es que vivamos en la dimensión de su vida, por ejemplo, no se trata de pensar que tenemos el derecho de ser dichosos, sino la obligación, porque para eso Dios nos diseñó. tenemos por lo tanto que sustituir declaraciones y concepciones derrotistas, y renacer con un renovado entendimiento de lo que significa “vida abundante” Porque habéis muerto, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios. Cuando Cristo, vuestra vida, se manifieste, entonces vosotros también seréis manifestados con él en gloria. (Col. 3:3-4) Según este pasaje podemos afirmar que Dios nos ha redimido y constantemente está trabajando en nosotros a fin de prepararnos para ser trasladados a su gloria. Sin embargo y mientras tanto, nos ha dado autoridad para vencer con el bien el mal, nos ha dotado de dones y capacidades para servirle mejor, y ha provisto todos los medios de gracia para que evolucionemos hacia la madurez espiritual.


Jesucristo es el autor y dador de la vida abundante, solamente en él se encuentra la fuente que sacia las necesidades más apremiantes del alma. Razón tuvo el poeta al decir: Inútil la fiebre que aviva tu paso, no hay agua que pueda calmar tu ansiedad por mucho que bebas; el alma es un vaso que sólo se llena con eternidad” Más se aproximó Agustín cuando dijo: Que el alma lleva un vacío que tiene la forma de Dios y que solamente se puede llenar de Dios”


¡Acepta a Jesucristo en tu corazón y él te dará la vida eterna, él saciaría tu sed, él hará que broten de tu interior ríos de agua viva!