Si no es con amor, de nada vale

Bueno, eh, me dijeron que me presentara y yo siempre me defino como un injerto gringo en la rama colombiana de la viña de Jesucristo y dichosamente soltera para Jesús. Gracias al Señor. Y vamos a abrir la palabra en esta mañana, o esta tarde ya, en una escritura para entrar en un tema muy sencillo y al mismo tiempo lo que yo considero que es el mayor reto en nuestras vidas como cristianos. Por favor acompáñenme a Primera de Corintios 13 y vamos a leer versículo1 al 3.

Dice la palabra “… si yo hablase lenguas humanas y angélicas y no tengo amor, vengo a ser como metal que resuena o címbalo que retiñe. Y si tuviese profecía y entendiese todos los misterios y toda ciencia, y si tuviese toda la fe de tal manera que trasladase los montes y no tengo amor, nada soy. Y si repartiese todos mis bienes para dar de comer a los pobres, y si entregase mi cuerpo para ser quemado y no tengo amor, de nada me sirve.”

Señor, gracias por tu palabra en esta mañana. Te pido que esta palabra sea como espada de doble filo, que llegue muy dentro de nuestros corazones, que nos rete, Señor y que nos cambie. Te pido que nadie salga por esa puerta igual a como entró en esta mañana. Te pido, Señor, que tu palabra y tu espíritu haga una obra profunda en nuestro corazón. En el nombre de Jesucristo. Amen.

Ahora, en este pasaje el Señor menciona aquí muchas cosas que hacemos para él. Dice que pudiéramos profetizar, entender los misterios de la ciencia, que pudiéramos movernos en toda la fe de tal manera que trasladase los montes. Dice que incluso podríamos dar todos nuestros bienes para los pobres, y hasta pudiéramos dar nuestra vida por él como mártires, pero dice que si no es con amor, de nada vale. De nada vale.

Ahora, sabemos que no vamos a ser juzgados cuando pasamos a la eternidad para salvación o para perdición porque tenemos a Cristo en el corazón. ¡Aleluya! Hemos sido lavados en la sangre del Señor Jesucristo, hemos nacido de nuevo. Pero la palabra habla del tribunal de Cristo y en el tribunal de Cristo, las obras que hacemos aquí en la tierra, serán juzgadas. Y esas obras solamente ganarán algún galardón en el cielo según la motivación del corazón con la cual las hicimos aquí en la tierra. Y sea lo que sea la obra, hacer el desayuno para la familia, darle un vaso de agua a alguna persona necesitada, hacer lo que viene en esta lista, si no es con amor de nada vale. De nada vale. Es según el corazón cuando lo hacemos.

Por favor voltéate alguien a tu lado y dile, lo que no es con amor de nada vale. Lo que no es con amor de nada vale. Y esto suena tan sencillo en esta mañana pero por lo menos en mi vida, yo lo veo como el reto más grande en la vida cristiana, andar en amor.

¿Cuántos han descubierto que no es tan fácil andar en amor? Y la palabra nos manda a amar. Ahora, en Romanos 12, versículos 9 al 11 dice la palabra “… el amor sea sin fingimiento, aborreced lo malo, seguid lo bueno, amaos los unos a los otros con amor fraternal. En cuanto a honra prefiriéndose los unos a los otros….”

Y sigue en el 11 y dice “…en lo que requiere diligencia no perezosos.”

Ahora, el amor sea sin fingimiento. El Señor quiere un amor verdadero, un amor sincero en nuestros corazones. Y el amor verdadero y el hecho de amar verdaderamente no es solamente un sentimiento, el amor se expresa, se expresa con palabras, si, se expresa con hechos, se expresa con actitudes. Y muchas veces no es tan fácil. No es solo un sentimiento.

Yo estoy convencida, hablamos tanto hoy día de guerra espiritual, yo creo en la guerra espiritual, pero estoy convencida que el amor de Dios y el perdón son las dos armas más potentes que Dios nos ha dado para ganar batallas. El verdadero amor rompe barreras, derriba muros, destruye cosas que el enemigo ha levantado.

Dice la palabra que amar a un enemigo es como echar carbón encendido sobre su cabeza. Es algo que no aguanta. El amor es tremendamente fuerte y gana batallas.

Ahora, en esta mañana vamos a estar mirando a tres grupo que he podido identificar, puede que hayan más, pero en la Escritura he podido encontrar tres grupos a los cuales el Señor nos manda amar. Y él empieza aquí de manera, tal vez, vamos a empezar con el grupo supuestamente más fácil de amar.

Vamos a Primera de Juan 2, por favor, del 9 al 11. Y vamos a leer esto en voz alta, todos juntos por favor.

“El que dice que está en la luz y aborrece a su hermano está todavía en tinieblas. El que ama a su hermano permanece en la luz y en él no hay tropiezo. Pero el que aborrece a su hermano está en tinieblas y anda en tinieblas y no sabe a donde va porque las tinieblas le han cegado los ojos.”

Aquí el Señor nos habla de la familia de Dios, de nuestros hermanos. Y uno entra en la iglesia, y uno piensa, uy, aquí va a ser sobrado de fácil amar la gente. Y rápidamente descubrimos que no. ¿Cuántos rápidamente descubrieron que no? Y ¿cuántos se han dado cuenta que a veces tu no eres fácil de amar? Yo debería levantar las dos manos aquí.

Por favor voltéate a alguien a tu lado y si estás con un familiar mejor, y dile, a veces no soy fácil de amar. Y ahora dile, y a veces tu tampoco eres fácil de amar.

¿Cuál es nuestro problema? Somos perdonados pero no somos perfectos. Seguimos a veces con problemas aquí en el corazón, nuestro carácter está siendo tallado por el Señor. Estamos siendo obrados por Dios, obrados. Y el lugar realmente donde más el Señor va ajustándonos es en la familia y en la iglesia porque es donde formamos las relaciones más cercanas.

Es muy fácil demostrar todo el fruto del Espíritu Santo con gente con la cual andas una hora a la semana. Te pueden ver como súper santo allí, porque una hora no es difícil controlarte, pero cuando tu entras en tu casa, cuando tu estás aquí trabajando ya de cerca en la iglesia, ya en comunión cercana, ¿qué empieza a pasar? Hay choques. ¿Cierto? Hay diferencias, hay malentendidos y muchas veces los ataques tremendos contra nuestra vida vienen de los mismos hermanos de la iglesia, de otras ovejas. Y allí vamos descubriendo que no somos tan fáciles. Perdónenos Dios. Perdónanos, Señor. El es muy paciente con nosotros, con su pueblo.

Ahora, hace un tiempo en Colombia se levantó una hermana, una pastora, una misionera, se levantó contra mi de la noche a la mañana y honestamente no se que le hice. Tiene que ser que le haya hecho algo pero nunca pude saber qué fue. Era mi amiga hice lo posible por ayudarle a levantarse en el ministerio, y como dijo David, si hubiera sido un extraño de la calle que se hubiera levantado contra mi, no me hubiera dolido tanto, pero era mi hermano, dice David, con quien entrábamos juntos a la presencia de Dios. eso fue lo que me pasó. Y ella empezó a calumniarme, empezó a decir muchas cosas y, hablando con los pastores, y gracias a Dios que en ese tiempo, pues algunos pastores me conocían y no le creyeron. Pero, otros que no me conocían le creyeron, entonces ella hizo lo posible por destruirme. Y el Señor venía vez tras vez y me decía, perdónala y yo no quería. No quería. Y yo le decía, ah, ah, ella sigue hablando, Dios. Y volvía y decía, perdónala. Y yo le decía, Señor, ¿no escuchaste lo que ella dijo ayer? Perdónala, decía. Pero Señor, es que sigue hablando, no quiero, no quiero. Y el Señor, nos ama tanto que él no permitirá que sigamos por ese camino porque donde sigamos por el camino de la falta de perdón podemos perder todos, se dañará el corazón.

Y por un año yo no la perdonaba, por un año. Por un año bajo la suave de Dios, no la quise perdonar. Pero cuántos saben que Dios sabe dar nalgadas bien dadas. Y pasando un año recibí mi buena nalgada celestial y bien merecida. Y yo iba volando en una avioneta sobre la selva amazónica, sobre un departamento en Colombia que se llama El Vaupés, es pura selva, pura selva. Se puede volar horas en esa selva sin ver dónde aterrizar, un lugar de poder aterrizar en una emergencia. En una avionetica de un solo motor y seis asientos. Íbamos un piloto misionera, una misionera que trabajaba con los indígenas y mi persona que iba para otra tribu de indígenas, allí en la selva. Una avionetica de muy pocos instrumentos, el piloto tenía que poder ver para pilotear y de repente, de un cielo azul en cuestión de segundos, se presentó lo que yo estoy convencida que puede haber sido la peor tempestad desde los días de Noé. Es terrible. Caía agua, caía agua, el viento terrible, esa avionetica subía, bajaba, subía, bajaba. Los pocos instrumentos que tenía se descontrolaron por la violencia de la tempestad. El metal sonaba como si las alas se fueran a desprender. Y yo estaba con el corazón en la garganta, asustadísima y por dentro estaba orando. Pero al mismo tiempo me estaba consolando y pensando, bueno, el Señor debe estar acostumbrado a esto. Y en eso el piloto cristiano se volteó y nos miró. Estaba pálido, estaba sudando y no usó exactamente estas palabras pero el sentir era, ¡oren o nos vamos a morir!

Entonces allí yo ya empecé a clamar en voz de …… yo empecé a clamar en voz alta, Señor, ayúdanos, Señor. Y apenas empecé a orar en voz alta el Señor me hizo recordar de esta hermana que yo no quería perdonar. Y muy consciente de que probablemente me quedaban máximo minutos, y a lo mejor segundos sobre esta tierra, yo no quería llegar con ese pecado en mi corazón, y con esa excelente motivación la perdoné. Pero, bien perdonada. Como dicen los guatemalteco, requete perdonada, que la dejé allí, pero bien, bien, de todo corazón la perdoné.

Y ¿saben qué pasó? Paró la tempestad, instantáneamente yo la perdoné y paró la tempestad. Usted se acuerdan la historia de Jonás y cómo Jonás iba en rebeldía y cómo toda la tripulación de ese barco tuvo que pasar por esa tempestad. Hasta el día de hoy no me he atrevido a decirle a ese piloto que esa tempestad fue culpa mía. Yo se lo voy a decir en el cielo donde no va a haber más rabia.

La perdoné y fue algo tan lindo porque se me fue una carga. Pero la mujer seguía hablando y entonces a las pocas semanas después de eso, el Señor me dio una visión de ella que me sanó totalmente el corazón. Y en esa visión yo vi a esta mujer en la mano de Dios y esta mujer en la mano de Dios tenía la forma de un martillo, y con ese martillo Dios me estaba dando a mi, pracate, pram, prum prum y me estaba formando. Estaba formando su carácter en mi. Y yo entendí que gracias a Dios yo tengo mucha gente que son bendecidos con el ministerio, bendecidos a través de mi vida, que me animan, que me dicen. Pero yo entendí que yo necesito martillos también.

Yo entendí que yo necesito quien me baje. ¿Están conmigo en esta mañana? Porque entendí que yo sería capaz de levantarme en orgullo y que se pudiera destruir todo, entonces yo necesito los martillos.

¿Cuántos tienen martillos en su vida en este momento? Oh, y cuando el Señor me mostró a esta mujer como un martillo, la siguiente vez que yo la vi ella siempre meditaba, ella no se dejaba abrazar, no se dejaba saludar, me daba la espalda. Pero pasaron unos días y la vi en un evento y estaba de espalda, y yo corrí antes de que ella me pudiera parar, yo corrí, la agarré, la volteé y la abracé y le dije, te amo, tu eres una bendición en mi vida. Y la solté. Y ella quedó… y se sanó esa relación. Pero nunca le dije que fue de bendición por ser martillo.

Necesitamos ser tratados por Dios. Necesitamos y a veces los ataques vienen de los mismos hermanos en la iglesia, pero Dios puede usar esas cosas para formar el carácter de Dios en nosotros.

Dice la palabra que nosotros somos vasijas de barro. Dice la palabra que nuestro propósito en esta vida es que mi vasija de barro lleve la presencia de Dios, lleve su gloria. Pero aprendí algo en la universidad, estudiando el arte. Cuando uno va a hacer una pieza de barro, casi hay que gastar más tiempo trabajando, preparando el barro, que formando la misma pieza. Hay que coger ese barro, tirarlo, golpearlo, aplastarlo, volverlo a tirar, aplastarlo y el barro debería estar diciendo, no voy a sobrevivir esto. Pero ¿¿saben por qué? Porque hay que quitarle todas las burbujas, porque si queda una burbujita en ese barro, se forma la pieza, se mete al horno y el calor hará que se estallará todo la pieza a causa de esa burbuja.

En nuestras vidas, hay burbujas de orgullo. En nuestras vidas hay burbujas de autosuficiencia. En nuestras vidas hay burbujas de celos, de envidias, de tantas cosas. Entonces Dios permite que esos martillos vengan, guau, gua, gua, aplastando burbujas.

Si tu tienes un martillo en tu vida, toma este momento, levanta tu mano, mire al Señor y dile, Señor, gracias por el martillo. Dile, gracias Señor, por el martillo. Y dile, Señor, enséñame a amar a este martillo. Amen.

En este proceso, con esta mujer ¿saben lo que se desarrolló en mi corazón? Una determinación de amarla. Fuera lo que fuera su reacción. Por eso el primer grupo, el segundo grupo el Señor ya extiende la frontera de nuestro amor.

Vamos a Mateo 22, del 37 en adelante. Todos juntos por favor lean conmigo. Bueno, primero le preguntan en el 36, “Maestro, ¿cuál es el gran mandamiento en la ley? 37: “…. Jesús le dijo, amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento y el segundo es semejante, amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas.

Dos mandamientos, amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente, y el otro, amarás a tu prójimo como a ti mismo. El primero es fácil de cumplir, porque Dios es fácil de amar. No es nada difícil amar a Dios. El Señor nunca hace nada en contra de nosotros. El Señor nunca tiene una motivación incorrecta hacia nosotros. El Señor nunca nos calumnia. El Señor nunca tiene crueldad hacia nosotros. ¿Cuántos se han dado cuenta de que Dios es muy fácil de amar? No es difícil de amar. El es increíblemente creíblemente fantástico. Maravilloso. Es único.

Pero con el segundo mandamiento se nos complica. Y amarás a tu prójimo como a ti mismo. Amarás a tu prójimo, ya no está diciendo, solamente a los hermanos de la iglesia, ya va más allá, amar a los inconversos como a ti mismo también. Nosotros, como cristianos tenemos un problema con nuestro trato con los inconversos, y nuestro problema es esto, exigimos que vivan como si fueran creyentes y no lo son.

Muchas veces los criticamos y los rechazamos porque están en adulterio, porque están en homosexualidad, estos días, porque son borrachos, porque son drogaditos, porque están en esto y lo otro, pero el problema de la persona no es que sea adúltera, el problema de la persona es que no conoce a Cristo. Y muchas veces nosotros somos la única vasija a través de la cual Dios puede demostrar su presencia, su carácter, su amor, su gloria para que esa persona pueda ver. Y muchas veces nosotros no lo hacemos.

Y yo tengo una pregunta para ti en esta mañana: en tu familia y en los que te rodean, en el trabajo secular en donde estés, ¿los inconversos pueden ver a Cristo en ti? ¿Pueden ver a Cristo en ti?

Por favor acompáñenme aquí a una Escritura, Segunda de Corintios 2:14. Gracias Señor. Todos juntos por favor: “Mas a Dios gracias el cual nos lleva siempre en triunfo en Cristo Jesús y por medio de nosotros manifiesta en todo lugar el olor de su conocimiento.”

Por favor voltéate a alguien y dile, tu tienes cierto olor. Y ahora dile, tranquilo, es el olor a Cristo que tu tienes. Esta es nuestra meta, dilo conmigo, esta es mi meta, oler a Cristo en todo lugar. Es la meta mayor de mi vida, oler a Cristo, dar fragancia a Cristo por donde vaya pasando. Y mi pregunta en esta mañana es: ¿los inconversos alrededor de ti, pueden sentir el olor a Cristo en tu vida?

Yo tengo una prima, mi prima se metió en todo menos Dios. Lo que hubiera, lo habido y por haber ahí se metió ella. Andaba en brujería, nueva era, andaba en tantas cosas, ateísmo, humanismo, y mi madre y sus cuatro hijos cristianos, bautizados en el Espíritu Santo, mi papá faltaba, él llegó hace poco a los pies del Señor, gracias a Dios. Pero en nuestra casa, mi madre y sus hijos, éramos todos cristianos, amábamos al Señor de todo corazón. Y esta prima fue a hacer su universidad en nuestro estado y los sábados mi mamá la invitaba para que fuera a almorzar con nosotros.

Desde que pasaba por la puerta buscando guerra andaba. Impresionante. Era, pero andaba y prac…. solo le faltaba tirar la puerta físicamente. Golpeaba con sus palabras, insultaba, ofendía, era algo muy tremendo y entonces … y con mis hermanos estábamos que la acabábamos y ¿saben lo que hacía mi mamá? Cuando ella decía sus locuras, mi mamá iba y la abrazaba, y eso que le tocaba abrazarla casi a la fuerza, y le decía, no te preocupes, cariño, un día tu vas a entender estas cosas.

Terminaba el almuerzo y nosotros todos dándole gracias a Dios en el corazón, que el tiempo había terminado y mi madre decía, vuelves el otro sábado, ¿no? Y nosotros por dentro, que no vuelva, como así que va a volver. Así mucho tiempo. Mi prima, en los cuatro años de estar allí estudiando en nuestro estado, nunca demostró ni una gota de interés por Dios. Pero cuando se murió mi madre en el año 2000 mi tía estaba allí con nosotros y mi prima estaba en el estado donde vivía, y mi tía, la madre de ella, llamó para avisarle que mi mamá se había muerto. Y les cuento que por toda la casa, allí en Colorado, se escucharon los gritos de mi prima por teléfono. Y lo que ella gritaba era esto, gritaba, no puede ser, no puede ser, se acaba de morir la única persona en esta tierra que yo estaba segura que me amaba. No puede ser, no puede ser.

Y mi prima allí donde estaba tiró el teléfono, cogió su carro, salió cegada por las lágrimas y allí ya llorando y gritando a Dios tuvo un encuentro con el Señor Jesucristo ese día. Gracias, Señor. Gracias, Señor. Ese día mi madre murió y mi prima nació, pero me da vergüenza pararme aquí hoy, hermanos, y decirles que si hubiera sido por mi testimonio, mi prima no estaría en los caminos del Señor hoy, no estaría. Yo no quería verla ni en pintura. No. Yo no quería. Me irritaba, yo quería mantenerla lejos.

Pero se que eso es lo que pasa con nosotros, con muchos de nuestros familiares, con muchos de los que nos rodean. Pero somos llamados a amarlos, somos llamados a amarlos, no a aprobar su pecado, a rechazar el pecado pero amar el pecador. Es un reto, el Señor nos ha llamado a amar a los inconversos también.

Ahora, el tercer grupo que queremos ver en esta mañana el Señor va más lejos aún, más allá. En Mateo 5 del 44 al 48. Gracias Señor. “Pero yo os digo, amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen. Más que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos que hace salir su sol sobre malos y buenos y que hace llover sobre justos e injustos porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tendréis? No hacen también lo mismo los publicanos. ¿Y si saludáis a vuestros hermanos solamente, qué hacéis de más? ¿No hacen también así los gentiles? Sed pues, vosotros perfectos como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto.”

Nos está diciendo, sed perfectos en el amor. Y empieza diciendo, amad a vuestros enemigos. Ahora, los enemigos no son solamente los que van en contra de nuestras creencias, son los que van en contra de nuestras vidas. Son los que nos odian, son los que hacen cosas contra nosotros. Un verdadero enemigo quiere lo peor para uno, lo peor, y la palabra aquí nos dice que deberíamos amarlos. Yo creo que esto es de los retos más grandes que hay: amar a los enemigos. Pero cuando tomamos esta decisión y cuando empecemos a amarlos vamos a ver victorias muy, muy grandes.

Hace un tiempo ministrando en el Perú yo vi al Señor hacer de las cosas más grandes que lo he visto hacer. Si hay peruanos aquí en esta mañana saben historias del Sendero Luminoso. Por razones que solamente ellos y el diablo pueden entender, en el Perú el Sendero Luminoso se levantó en contra de los cristianos de manera aterradora. Hicieron masacre de pastores. No se cuántos pastores murieron asesinados, muchísimos de todas las misiones. Fue tan fuerte el ataque que las iglesias tuvieron que bajar los letreros, cualquier cosa que mostrara que era un grupo cristiano, había que quitarlo en este tiempo.

Ellos fueron arrestados, fueron puestos en varias cadenas perpetuas fue su condena. Y varias condenas perpetuas, fue su condena para que nunca pudieran salir de las cárceles. Pero allí en esas cárceles llegó el Espíritu Santo y Dios hizo cosas hermosas. Y habían algunos que fueron salvos en las cárceles, transformados en las cárceles y Dios hizo milagros para sacarlos de allí. Y cuando yo fui a ministrar, fui a ministrar en una escuela pastoral, para pastores y para los que estaban en entrenamiento para ser pastores. Era un grupo grande, y en el transcurso de la semana me buscaron tres hombres por aparte. Y pidieron consejería, ahora cuando yo hago consejería con un hombre, yo nunca lo hago a solas, yo lo hago en un lugar donde nos pueden ver pero no nos pueden escuchar, por testimonio. Entonces así hice con cada uno de ellos, todos los tres habían sido del Sendero Luminoso. Habían sido salvos en la cárcel y ahora se estaban preparando, Dios hizo un milagro para sacarlos, y ahora se estaban preparando para el ministerio. Y una mañana el tema fue el perdón. Y esa mañana, al final cuando yo di oportunidad para que perdonaran a sus enemigos, yo no sabía que otros en el lugar conocían a estos tres. Y yo vi a Hilda, una viuda de las asambleas de Dios, una mujer bajita. Su esposo fue asesinado por el Sendero Luminoso. Y yo vi que Hilda se salió de este lugar, de este lado y se fue, y fue derechito a uno de estos tres hombres. El era alto, ella bajita, ella le jaló el brazo para que se bajara y le dijo algo al oído. Y cuando ella le dijo algo al oído, el hombre cayó de rodillas con un grito desgarrador. Era impresionante, pero lo que gritó fue, gracias. Y empezó a gritos, gracias, gracias, decía él. Yo sabía que Dios me había perdonado pero nunca pensé que usted me pudiera perdonar por haberle matado a su esposo. Gracias, decía, gracias.

Y cuando pasó eso, empezaron a venir de este lado viudas y huérfanos que ya habían heredado a la iglesia de su papá, huérfanos ya grande que estaban pastoreando, se vinieron, rodearon a estos tres, todos los conocían, y empezaron a proclamar perdón sobre ellos. Fue algo tan hermoso. Allí resultaron las familias víctimas de estos hombres, resultaron abrazando y amando a los ex asesinos, ahora hermanos en Cristo. Y cuando terminó eso, yo mirando eso, yo lloraba. Yo pensaba, Señor no hay poder más fuerte, no hay poder más grande, Señor, que tu amor y tu perdón, porque puedes sanar todo, todo, Dios. Y cuando terminaron de ministrar entonces Hilda le dijo a este hombre, le dijo, hijo, yo conozco tu hogar. Yo se que nunca tuviste una madre que viera por ti, y ella le dijo, hoy yo quiero tomarte como mi hijo. Dijo, yo quiero que cuentes conmigo como pudieras contar con una madre. Y él se botó a abrazarla. Allí quedaron totalmente sanadas las familias víctimas y los ex asesinos también.

Amar a los enemigos y cuando vi eso y pensé en realmente cuáles son las cosas que nosotros normalmente, ahora puede haber gente aquí que ha vivido esto, lo que vivieron los peruanos. Pero en la vida diaria, normal nuestra, cuáles son nuestras luchas para perdonar y para amar. Y en comparación con eso, son bobadas, son bobadas. Pero el poder del amor y el perdón de Dios está para nosotros hoy, para poder ganar batallas grandes, tremendas, en nuestra vida.

Son los tres grupos, los creyentes, inconversos y los enemigos. Ahora, es un riesgo amar. Cuando yo me abro para amar, yo me arriesgo porque yo arriesgo porque me pueden rechazar, se pueden burlar de mi, me pueden aprovechar, pueden hacer muchas cosas. Es un riesgo, pero ¿saben por qué podemos amar? Porque somos amados. Y cuando conocemos nuestra posición en Dios y cuando entendemos cuánto él nos ama, ya no nos da miedo arriesgarnos, ya estamos tan seguros en nuestra posición en él que no me importa si me rechaza porque yo se que aquí hay brazos que me rodean, que son los brazos de él. Ya puedo ser valiente para amar. Ya puedo arriesgarme, ya no me importa lo que me puedan decir, lo que me importa es esa persona, la necesidad de esa persona, porque conozco mi posición.

Por favor acompáñenme aquí rapidito a unas Escrituras y vamos a orar en un momentico. Vamos a Isaías 49. Gracias Señor, del 14 al 16. Todos juntos, ¿cuál es mi posición en el Señor? Todos juntos en voz alta, por favor, “…Pero Sión dijo, me dejó Jehová y el Señor se olvidó de mi, se olvidará la mujer de lo que dio a luz para dejar de compadecerse del hijo de su vientre, aunque olvide ella, yo nunca me olvidaré de ti. He aquí que en las palmas de las manos te tengo esculpida, delante de mi están siempre tus muros”,- está escrito en femenino porque es a Jerusalén, pero es para nuestra vida.

Entonces él dice “…en las palmas de las manos te tengo esculpida”. Por favor levanta tu mano un momento y mira esa palma, y haz de cuenta que esta es la mano de Dios. Y mírate esculpido en esa mano. No pegado, esculpido.

Ahora, voltea tu mano y sacúdela. ¿Se puede caer lo que está esculpido? No, no se puede desprender de allí, así te tiene el Señor.

Ahora vamos a Efesios 3 del 16 al 19. “Para que os de conforme a las riquezas de su gloria el ser fortalecidos con poder en el hombre interior por su espíritu”. Pablo está orando por ellos.

“Para que habite Cristo por la fe en vuestros corazones a fin de que arraigados y cimentados en amor seáis plenamente capaces de comprender con todos los santos cuál sea la anchura, la longitud, la profundidad y la altura y de conocer el amor de Cristo que excede a todo conocimiento para que seáis llenos de toda la plenitud en Dios.”

Arraigados y cimentados en amor. Levanta tu mano otra vez, por favor, y mírate allí esculpido en esa mano, ahora arraigado. Ahora, mírate echando raíces. Raíces profundas, voltea tu mano, sacude la mano. Lo que está esculpido y arraigado ¿se puede caer? De ninguna manera. Pero el Señor no para allí, dice cimentado.

Levanta tu mano otra vez, estamos haciéndolos como niños en esta mañana para que esta verdad quede en tu corazón. Ahora, mírate otra vez, mírate esculpido, mírate arraigado, y ahora mírate cimentado en esa mano. Ahora, voltéate la mano, sacúdela. Lo que está esculpido, arraigado, cimentado ¿se puede caer de allí? No, pero el Señor no para allí. Su amor es tan grande sobre nosotros.

Vamos a Efesios 1:13, por favor. Y lean conmigo, “En él también vosotros habiendo oído la palabra de verdad, el Evangelio de vuestra salvación y habiendo creído en él fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa”.

Levanta tu mano otra vez. Y mírate esculpido, arraigado, cimentado y ahora toma tu otra mano, y di conmigo, y sellado. ¡Aleluya! Sellado en el amor de Dios. Di conmigo, Dios me tiene esculpido, arraigado, cimentado y sellado. ¡Aleluya!

Gracias, Señor. Gracias, Dios. Gracias, Dios. Oh, gracias, Señor. Dile a alguien a tu lado, yo soy muy amado, supremamente