Llamados a vivir vidas productivas

Llamados a vivir vidas productivas


Características de una vida fructífera


“Rama fructífera es José, rama fructífera junto a una fuente, cuyos vástagos se extienden sobre el muro”. (Gén. 49:22) “Será como árbol plantado junto a corrientes de aguas que da su fruto en su tiempo y su hoja no cae” (Salmo 1)


La grandeza de nuestro Señor Jesucristo se manifestó a través de las muchas virtudes que emanaban de su divina persona, pero probablemente una de las más destacadas fue su vida de servicio y entrega hacia los demás. El siempre trató de enseñar a sus seguidores que la verdadera grandeza del ser humano se alcanzaba únicamente cuando éste asumía la actitud de servidor de Dios y de los demás. El mismo afirmó que había venido para servir y no para ser servido.


Aún en las distintas esferas seculares se ha podido comprobar que la preeminencia del servicio es lo que ha hecho grande a hombres y mujeres que a lo largo de la historia se han destacado por sus valiosos aportes en favor de la humanidad. En la dinámica del reino de Dios este principio aún se afina mucho más, porque sirviendo de todo corazón es que nos llegamos a asemejar a nuestro Padre que está en los cielos y descubrimos el propósito esencial de nuestra existencia.


Un maravilloso ejemplo de vida altamente productiva lo encontramos en José, el joven hebreo que constantemente se vio rodeado de conflictos y oposiciones, vivió en carne propia la envidia y el mal trato de sus hermanos, fue vendido como un esclavo, experimentó la soledad en una cisterna, en la cárcel y en un país extraño. Fue tentado sexualmente, fue calumniado, y olvidado. Sin embargo todas estas desgracias y desventajas José las aprovechó y las transformó. José era un perfecto candidato para convertirse en maníaco depresivo, pudo haber sido un caso perfecto de estudio en manos de un siquiatra para analizar una colección de complejos, paranoias, amarguras y defectos de personalidad, sin embargo no fue así, a pesar de que nunca tuvo la oportunidad de asistir a sesiones de consejería, ni tuvo tiempo para compadecerse de sí mismo, tuvo el coraje y la osadía de transformar sus circunstancias adversas en ventajas que a la larga lo elevaron muy alto como individuo y a su vez contribuyó a bendecir una nación y a preservar su familia, de la cual vendría el Mesías.


Ese era José, un hombre integral en todo el sentido de la palabra, su padre muchos años más tarde se refirió a él diciendo: Le causaron amargura, le asaetearon, y le aborrecieron los arqueros; mas su arco se mantuvo poderoso. José supo reconocer la soberanía y el poder de Dios, adquirió sabiduría para conocer los planes divinos y colaboró con Dios en la consecución de los mismos. En muchos aspectos José es un prototipo de Aquel que dijo: «Entre tanto que el día dura me es necesario hacer las obras del que me envió» Jesucristo enseñó a sus discípulos que la verdadera grandeza estaba en servir y ser fructíferos para la gloria de Dios. Con sobrada razón son muchos los que están de acuerdo en que lo que es suficiente para cumplir, no es suficiente para progresar. Si verdaderamente queremos ser útiles instrumentos en la manos de Dios, debemos fortalecernos en las adversidades, desarrollar capacidad en el poder de Dios, someternos a su soberanía y confiar plenamente en la fidelidad de Dios.


Hay quienes nacieron cansados y medio sobre viven de calamidad en calamidad, otros viven para culpar a los demás y en sus murmuraciones y amarguras responsabilizan a otros de sus desaciertos. También están los imprescindibles rectores del universo que creen que sin ellos el mundo no gira más, no faltan los que hacen algo para ser vistos y satisfacer sus ansias de reconocimiento. No faltan aquellos que todo lo saben, y que en sus delirios de grandeza conocen de procedimientos, técnicas, estructuras, administración, estos son los ciegos que todo lo tienen claro, pero que no saben administrar sus vidas.


Pero gracias a Dios que también existen los hombres y mujeres fieles que sin ambages ni hipocresías sirven de todo corazón y se entregan sin reservas en pro de los demás, son a prueba de todo y tienen un sólo objetivo: Obedecer al Señor en cualquier situación. Son hombres y mujeres que se saben cansar en el ministerio, pero nunca del ministerio. Son vidas altamente productivas que no se han improvisado de la noche a la mañana, sino que se han venido forjando en la lucha honrada, en la adversidad bien interpretada y en una bien entendida vocación de servicio.